Súbitamente, la entrada se cerró tras de mí
con unas rejas impenetrables. Casi pareciera que habrían estado esperando mi
llegada. El ambiente aquí abajo parecía mostrarse de una forma extraña: todo el
lugar se encontraba envuelto en una tenue neblina rojiza, como si el polvo que
levantara este sitio fuese particularmente distinto al resto.
A pesar de esto, recorrí el lugar. En el
medio había lo que parecía ser un gran matadero compuesto por un enorme vallado
metálico del cuan pendía una enorme trituradora repleta de cuchillas. El
interior estaba cubierto de sangre, y parecía ser reciente. Faltaba poco para
intuir que este lugar donde me encontraba se componía únicamente de esto, hasta
que frente a mis ojos advertí un piso elevado. Del lado izquierdo parecía haber
una manivela lista para accionar, por lo que supuse que ese debía ser el
mecanismo que activaba aquella trituradora.
Finalmente, podían verse dos columnas. Y en
el medio de éstas, se contemplaba la sombra de algo que parecía tener unas
dimensiones enormes. No comprendía lo que se ocultaba entre las sombras hasta
que se movió. Escuché su imponente rugido y miré
fijamente hacia su origen esperando a ver qué me encontraba.
–¡Manifiéstate,
criatura! –Le grité a aquella cosa que permanecía oculta.
-¿No
me reconoces, hermano…? –Vociferó el monstruo mientras se revelaba entre la
penumbra, arrastrándose con sus enormes brazos-. ¿Tanto he cambiado…?
Su voz, aunque cambiada, era inconfundible:
–¿Melchiah?
–Respondí con asombro.
–Sí,
hermano. Debiste haberte quedado
donde te envió el Maestro. –Respondió Melchiah.- Raziel, vas a ver que Nosgoth es menos agradable de lo que recuerdas.
Pero no me encontraba aquí para caer en la
nostalgia. Además de mi venganza, quería respuestas, y pronto.
–¿Qué
le ha ocurrido a mi clan? Respóndeme, hermanito –Le exigí, con la mirada
llena de rabia-, o te arrancaré la respuesta
de tus asquerosos labios.
Melchiah permanecía inmutable tras su
horripilante fachada. Tenía los ojos de un color rojo incandescente. La boca (o
lo que parecía ser su boca) era de unas proporciones gigantescas. Y sus brazos
estaban compuestos por cuerpos y rostros humanos. No tenía extremidades
inferiores. Dejaba entrever una enorme cola alargada, de manera similar a las
babosas. Parece ser que además de haber evolucionado en tamaño, también absorbió
al resto de los humanos que habitaban estas zonas de Nosgoth.
–Todos
tienen miedo, hermano –Me respondió Melchiah-. Despiertas a un mundo de terror. Esta época de cambio es muy...
inquietante. ¿Crees que no siento
repugnancia por mi aspecto? ¿¡Crees de veras que nuestro Maestro arriesgaría su
imperio por un sucesor advenedizo!?
–Ya
está bien de adivinanzas, -Le respondí interrumpiéndole su discurso- ¿qué quieres decir?
–Eres
el último... ¡en morir...! –Exclamó Melchiah, justo antes de arrastrarse
directo hacia mí.
A pesar de su gran tamaño, podía moverse a
una velocidad bastante rápida. Pero yo era más pequeño, y por ende más ligero, sin
mencionar que podía saltar grandes alturas. Pude esquivar su inminente ataque
sin mayores dificultades y me introduje dentro de aquel enorme vallado, justo
debajo de la trituradora.
Entretanto, Melchiah apoyó su enorme brazo
sobre la valla, y de él emergió un destello verde que recorrió todo su abominable cuerpo. De
repente, logró traspasar la reja como si fuera aire. Ahora me
daba cuenta que no sólo hubo cambios en su apariencia, sino también en sus
habilidades.
Sin embargo esto no le permitía ser eficaz en
su estrategia. Yo seguía siendo más rápido que él, por lo que salí del vallado
antes de que Melchiah pudiera siquiera reaccionar ante mis movimientos. Accioné
la manivela, y las cuchillas empezaron a bajar lentamente.
–Dime,
Melchiah, –Le exclamé, haciéndole percatar que me encontraba fuera del vallado-.
¿Dónde puedo encontrar a Kain?
–¡El Maestro
está fuera de tu alcance, Raziel! –Vociferó lleno de rabia-. ¡Se manifiesta cuando le interesa, no cuando
se le ordena!
Y cuando Melchiah se percató, la
trituradora ya estaba encima de él, despedazándolo en cuestión de segundos. La
sangre se esparció por todo el piso. Sus gritos de dolor fueron ahogados por el
ruido de las potentes cuchillas que lo terminaron desmembrando completamente.
–Soy…
libre… –Susurró Melchiah, hundido en su agonía-
Al levantarse la trituradora, hubo silencio.
Apenas se escuchaba el goteo de la sangre escurriéndose a través de las
cuchillas… de repente, una estela color rosado emergió de allí, la cual se hizo
cada vez más grande y dejando salir una pequeña onda expansiva. Era el alma de
Melchiah. Liberada de la carne, ahora estaba a mi merced.
Me quité el estandarte y,
extendiendo mis brazos, reclamé su alma. La estela rosada acudió a mi voluntad,
y tras devorarla, una fuerte descarga eléctrica sacudió todo mi cuerpo. Podía
sentir cómo su alma engrandecía mi fortaleza, pero todavía no era consciente de
su verdadero potencial. Y entonces caí arrodillado.
–Lo
has hecho bien, Raziel. –Me dijo la voz, haciendo acto de presencia-
Pero yo no estaba satisfecho con esta hazaña. Más allá de haber recuperado mis fuerzas, no sentía nada nuevo después de haber devorado su alma. De hecho, su muerte no
me produjo alivio alguno. Ni siquiera observaba en mí algún cambio aparente.
–¿A
esto me he reducido? –Le reclamé a la voz, con indignación- ¿A un espectro, a un fratricida…?
–No te
has reducido, Raziel. Te has elevado. Al consumir el alma de Melchiah has
adquirido un nuevo don. –Contestó
la voz, haciendo notar mi nueva habilidad adquirida.-
Me levante, atónito por lo que me dijo, sin
comprender muy bien este nuevo “don” del que me estaba hablando. Caminé
nuevamente hacia la reja que me impedía salir de aquí. Apoyé mi mano sobre la
reja y observé con sorpresa cómo desde el contorno de mi mano emergía un
destello verde. Advertí que era el mismo destello que emergió del propio Melchiah al
traspasar el vallado, y ahora era yo quien lo estaba logrando. Entonces lo comprendí.
–Las
barreras insustanciales como éstas –Explicó la voz- ,ya no serán un impedimento para ti. Si
deseas pasar, lo harás.
Y entonces empujé con mis brazos. En cuestión de
segundos, sentí cómo mis manos se hundían hacia el otro lado. Estaba
traspasando la reja. Parecía como ir en contra de un fuerte viento. Continué con mi
cabeza, luego el torso y finalmente con el resto de mi cuerpo. Cuando quise darme
cuenta, había logrado salir del recinto.
(Adaptación de la escena entre Raziel y Melchiah,