lunes, 10 de junio de 2013

Heridas

Qué injusto debe ser para algunas personas que las lastimen.
Qué lamentable debe ser para otras que se sientan destrozadas.
Qué doloroso debe ser que a todas ellas les dejen una marca profunda.
Dicen que el tiempo cura todas las heridas... ¿Será verdad? Por lo visto, parece que sí.

Una herida en el cuerpo es sólo la punta del iceberg. Hay heridas de todo tipo. Basta sólo un gesto, una palabra, un susurro o incluso un acontecimiento para sentirse arrastrado al vacío. Ese vacío en el que todo el mundo odiaría estar.

Una mujer que abandona a su pareja...
Un ser querido que muere súbitamente...
Un amigo que se va para no volver...

Gente que crea falsas expectativas y que además posee el descaro 
de vivir perfectamente con ello...

En fin, personas que vienen y van. Pero que por alguna razón dejan marcas que nos impactan. No es la situación en sí la que deja una herida; es la significación que cada uno le da lo que la provoca.

Si uno habla de sensación de vacío, entonces obviamente se buscaría algo que lo llene. Pero... ¿Cómo hacer para volver a sentirse lleno? ¿Qué puede hacer otro para "rescatarlo" de ese lugar? ¿Hay alguna solución...? ¿Cuál es la respuesta?

En estos casos creo que nadie puede ser capaz de ayudar a otro, pero sí acompañarlo durante su proceso. Lo cual me hace concluir que está en la responsabilidad de cada uno que esas heridas cicatricen lo suficiente como para seguir adelante. Sin embargo hay un problema: porque, al ser responsabilidad de cada uno, puede surgir que la manera de superarlo sea de una forma no muy sana.

Y cuando hablo de una forma "no muy sana" me refiero a que cualquiera de estos actos conlleva un precio: el precio de ponerse en peligro a sí mismo o a los demás. Las formas no sanas solo te permiten escapar durante unos momentos de esas situaciones, y eso sin tener en cuenta las consecuencias anteriormente mencionadas. El resultado es que, cuando terminen esos momentos, uno se siente igual. Esos minutos de locura solo pretendieron hacerte creer que todo es maravilloso y luego, al poner nuevamente los pies sobre la tierra, todo lo que está a tu alrededor te sigue pareciendo una mierda.

Pero por supuesto no estoy generalizando. También hay formas sanas (que algunas pueden ser perfectamente las que escribí hace ya algunos meses) que lleven justamente a la creación, y no a la destrucción. Las formas sanas conllevan también un precio, pero mucho más simple y sin lastimar a nadie: aceptar lo que aconteció; y con esto hablo por todo el mundo (yo incluido). No hay excusa para no poder hacerlo. Porque si se sigue pensando en lo fuerte que pegó ese golpe, ¿cómo se va a lograr pensar en qué vamos hacer al respecto?

Muchas veces la decisión más simple es la más lógica. Y es que aceptar lo que pasó y vivir con ello es la prueba por excelencia de que, una vez alcanzado, nadie te lo puede quitar.



Cuando se llega hasta el fondo, lo único que queda es subir. ¿Qué otra cosa se va a hacer?