jueves, 24 de febrero de 2022

¿Comienza a amainar?

Hoy tuve un sueño revelador. Algo que en mi puta vida esperaba soñar, o al menos no en tan poco tiempo. En vez de soñar la misma embarazosa situación de ridiculez y desvalorización, fue lo contrario: venían a mi, mientras dormía, arrepentidos y compungidos. Cosa rara. Normalmente cuando me ocurre algún acontecimiento trágico, las imágenes me dan vueltas en los sueños durante meses hasta que en algún momento cesan.

Hoy fue ese día.

No solo cesaron, sino que se volvieron contrarias. ¿Seguirán así, o son solo un descanso para continuar con el circo onírico de siempre?

Cuanto más metido estoy en mi propia vida y en mis propios proyectos, menos me cuesta soltar las cuestiones familiares que tanto rencor me generan. Ahí está la clave. Ahí está la diferencia.

Enfocarse en crecer uno mismo es convertirse en adulto. Enfocarse en lo que uno odia de su propia historia es perpetuarse en un infante.

Como venía pensándolo… no se trata de eliminar odios, sino de transformarlos. Es “energía” si queremos ponerle algún nombre… digo, lo emocional parece generar esa imagen en uno. Las emociones son emociones y están ahí. Lo que hacemos con ellas es lo que nos permite avanzar o retroceder.

Hoy, al parecer, elegí avanzar. 

jueves, 17 de febrero de 2022

Un salto de fe

La primera vez que escuche esa frase, fue para referirse a una persona que salta hacia el agua desde una altura muy alta, sin saber como va a resultar tras la caída. No importa que sea agua. Si uno no consigue estar en la posición adecuada mientras está en el aire, la misma fuerza del agua ante el impacto puede matarte.

Pero en un sentido más simbólico, un salto de fe puede interpretarse como “arrojarse” ante lo que hay delante sin saber con exactitud lo que se pueda llegar a encontrar al final. Lo cual nos hace suponer, que hay más de un tipo de saltos de fe. Evidentemente, cuanto más alto, más arriesgado será el salto. Pero no vayamos a los extremos, sino a los típicos saltos de fe que podemos encontrarnos la mayoría de nosotros en la vida…

¿Cómo reconocer un salto de fe cuando se nos aparece? Simple:

Cuando por fin encontrás un nuevo trabajo porque tu trabajo actual es muy tóxico y no sabés como te va a ir en el nuevo (mejor, igual o peor), eso es un salto de fe.

Cuando dejás a tus “amigos de siempre” porque te diste cuenta que son de todo menos amigos y tomás el valor de estar en soledad para aventurarte a ver qué nuevas personas surgen, eso es un salto de fe.

Cuando más bajo no podés caer con respecto a tus propios problemas y decidís buscar ayuda profesional sin saber cómo será tu futuro, si van a volver a confiar en vos o si vas a estar a la altura de las circunstancias para salir del pozo, eso es un salto de fe.

Cuando te arriesgas a estar en pareja con alguien sabiendo que uno nunca llega a conocer del todo a la otra persona e intentar formar proyectos con ella, eso es un salto de fe.

Parece ser que mucha gente toma el asunto de los saltos de fe como una decisión arriesgada, casi suicida, en la cual la derrota está asegurada… y en los casos donde NADA garantiza que uno pueda recuperarse de ello, tal vez tengan razón. Pero yo creo que, en realidad, hacer un salto de fe en momentos clave de la vida, es incluso necesario y no precisamente un callejón sin salida. De hecho, un salto de fe no tiene por qué ser a 100 metros de altura… pueden ser de 30 metros, o de 10, o incluso parecer que son peligrosamente altos y ser tan solo un salto de 2 metros.

Como buen aristotélico, siempre sostengo que la armonía está en la mitad de ambos extremos. Puede haber matices mas claros o mas oscuros, pero estar haciendo saltos de fe todo el tiempo es tan dañino como no hacerlos, aunque sea una o dos veces. O en su defecto, aunque suene pretencioso, hacer un salto de fe calculado.

¿Es posible hacer semejante acto de manera calculada? Yo creo que sí. Tal vez “calculado” no sea la palabra adecuada, sino tener la capacidad de analizar e hipotetizar cuánto puede uno ganar o perder… y si está el riesgo de perder, corroborar que se pierda lo menos posible como para seguir adelante.

Si yo estoy frente a un acantilado y al fondo solo hay rocas, seguramente no saltaría (aunque otras personas elegirían saltar igual y estrellarse contra el vacío). Ahora bien, si en lugar de eso observo que no hay más que agua, ahí toma otro color: seguramente podría analizar a ojo cómo tirarme desde allí sin matarme (por ejemplo, rodear un poco el acantilado a ver si hay una altura más baja, observar el agua para ver si no hay rocas cerca, tirarme sin extender los brazos para no fracturármelos ante el impacto del agua, etc.).

Hay maneras y maneras de hacer un salto de fe, y no solo importa dónde hacerlo sino CÓMO hacerlo. Un salto de fe, por como yo lo veo, es aventurarse a la incertidumbre. Atreverse a caminar por un terreno que no se sabe lo que pasará. Que en semanas, días o incluso horas, todo puede suceder, y que todo puede cambiar en cualquier momento. Un día estas lo más bien en tu trabajo, al otro día te pueden quitar horarios porque no hay presupuesto para pagar más. Un día podés estar celebrando en familia, al otro día fallece uno de ellos y toda reunión futura se desmorona.

Todo es incierto. Lo único cierto es poder atreverse. Y mejor todavía SABER cómo atreverse.

miércoles, 16 de febrero de 2022

Desde la bronca

Hace ya varios meses que no dejo de tener pensamientos que invaden mi día a día. Situaciones imaginarias, o de cosas que quisieran que pase, todas vivenciadas con mucho odio respecto a personas que, se supone, son las que deberían apoyarme y valorarme. No pasa en lo absoluto, y probablemente no pase nunca.

Hasta sueño en situaciones donde, o soy dejado en ridículo, o descargo un montón de groserías hacia esas personas. Como dije, pensamientos que no me dejan tranquilo… Y no estoy seguro de que decírselas a quien corresponde sirva de algo, porque ya lo he intentado por las buenas… no escuchan, no registran lo que yo soy. Tampoco me apetece hacerlo por las malas; por algo tengo estas fantasías, porque es algo que no me atrevería a hacer en la vida real, y eso genera en un todo la bronca.

Dicen que la ansiedad se siente en el estómago, pero que la angustia se siente en el pecho. Y hace varios días que siento algo incontrolable en el pecho. Esto afecta mi labor, por si fuera poco. Porque en alguna parte tengo la ilusión de que todo se podría arreglar mágicamente. Y eso no va a suceder. ¿Me encontraré en condiciones de ayudar a la gente, dadas las circunstancias? ¿Es algo transitorio?

Cada día que pasa, siento que mi cabeza se pierde otra vez en esas fantasías de violencia y odio escupido hacia otros. No parecen aumentar, pero tampoco parecen irse… ¿es una cuestión de tiempo esto? ¿Es duelo acaso?

A veces tengo la sensación de que toda mi vida va a estar dominada por estas ideas… Que solo tenga odio acumulado y que no se vaya nunca… Tal vez no se trata de extirparlo como un cáncer… Sino de transformarlo, como la energía. ¿Pero cómo se hace? ¿Cómo puede uno transformar tanto odio, tanta impotencia juntada durante años, en algo más sano y agradable? ¿Será tan fuerte en algún momento como para caer en la desesperación?

Tengo mucho odio en mi corazón, y hasta la fecha no sé cómo sacarlo.