domingo, 13 de marzo de 2016

Un hombre sin cara

Hace no mucho tiempo que comencé a dedicarme a la fotografía. Mis capturas consisten principalmente en ubicaciones de dominio público a las cuales suelen juntarse la gente. Encontré mi punto fuerte en aquellas fotografías que muestran plazas o parques, lo cual es una ventaja dentro del barrio donde vivo, ya que hay muchos lugares así y esto me permite que dé rienda suelta a mis fotos.

Resulta que la semana pasada se me dio por ir probando distintos filtros para mis fotos, de tal manera que parecieran antiguas. Probé muchos: desde tonos sepia hasta simples granulados, pero el que más me gustó fue uno en B&N con bastante granulado (igual que aquellas cámaras antiguas de los años ’40). Esto podría parecer un experimento común de no ser por la sorpresa que me encontré cuando probé éste filtro en particular.


Cuando lo vi en la pantalla de la cámara digital, se divisaba del lado izquierdo una figura desconocida que claramente no estaba en la plaza que había frente a mis ojos. El ruido ambiente de los chicos jugando que escuchaba mientras miraba la foto, fue sutilmente superado por unos zumbidos agudos que no supe de dónde venían, seguido de una repentina migraña que incluso hasta esa noche no se terminó de ir.

Tuve que volver a mi casa porque comenzaba a tener síntomas de gripe (tos, mareos, debilidad, etc.). No pude aprovechar más el día. Mientras volvía, miré la pantalla de mi cámara aún encendida y había una interferencia muy rara en ella, de manera similar a los televisores cuando pierden intensidad en su señal. Nunca pude saber por qué. En cuanto me alejé bastante de la plaza, la pantalla volvió a visualizarse nítidamente.

Al llegar a mi casa y tomarme unas pastillas para la migraña, pasé todas las fotos a mi computadora. Cuando llegue a la foto con la que empecé a sentirme mal, quedé petrificado: esa figura desconocida era un hombre sin cara, de traje y corbata, parado de forma estática en dirección hacia la plaza. Eso sin mencionar que parecía medir como dos metros de alto. Una cosa fue verlo en la pantalla de la cámara, pero con la pantalla de la computadora lo veía en todo su esplendor. Era una imagen sombría, que no parecía augurar nada bueno.

Cuando me recuperé de la gripe, volví a ir a la misma plaza los días siguientes para ver si volvía a encontrarlo. Pero aquel desconocido ya no aparecía. Incluso probando otras capturas desde distintos ángulos y con diferentes filtros, pero nada… el que me escuchara contar esto, pensaría que estoy delirando. Pero la prueba contundente está ahí, y claramente no hay facciones totalmente humanas en esa figura.

Fue una experiencia rarísima. De más está decir que nunca más volví a verlo…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario