El
estudiante universitario se enfrenta con diversos desafíos relacionados a metas
académicas y su resultado final es la obtención del título junto con su futuro
ejercicio profesional. Para ello, necesita desarrollar determinadas
competencias que son específicas dentro del ámbito universitario, tales como:
el estudio reflexivo y crítico de los textos, tomar nota en clases, formular
preguntas a docentes y compañeros, tener perseverancia en el cumplimiento de
los deberes, elaborar síntesis y redactar determinados informes, monografías y
evaluaciones (Furlan, Ferrero & Gallart, 2014). El estudiante debe ser
capaz de elaborar un proceso de adaptación en el cual pueda cumplir con las
exigencias cotidianas del ambiente universitario; sin embargo, a esto se le
suma una exigencia adicional y es el manejo de las expectativas a futuro sobre
el ejercicio de su carrera, por lo que el accionar de los profesores cobra
importancia al momento de contribuir o impedir dicha adaptación a la vida
universitaria (González Ramírez & Landero Hernández, 2007).
¿Pero
a qué se le llama “vida universitaria”? Para ello es menester ubicarlo dentro
lo que se conoce como “educación superior”, la cual alude a la última etapa del
proceso de aprendizaje (siendo la universidad una de las instituciones que
generan este tipo de enseñanza) y que corresponde a un paso posterior de la
educación secundaria. Dentro de este ambiente es donde se sumerge el estudiante
universitario, en donde cada aprendizaje, tanto desde las materias como desde
su adaptación al ambiente, le ofrece un escalón más hacia su logro académico (Polanco
Hernández, 2005). Hay que tener en cuenta que dichos estudiantes deben ser
contemplados en cuanto a sus necesidades individuales, por lo que no solo
depende de sus procesos de adaptación sino también de que este ambiente
universitario ofrezca recursos facilitadores que propicien dicha adaptación, y
en este caso es la parte que deben cumplir los profesores. Estas situaciones de
mediación entre estudiantes y profesores son habituales y constantes durante la
etapa universitaria, de gran relevancia para que el estudiante sea capaz de
poner en juego recursos personales y así enfrentar todos estos procesos de
manera exitosa (Furlan, Sánchez Rosas, Heredia, Piemontesi, Illbele &
Martínez, 2012). Esto se manifiesta en el estudiante como un conjunto de competencias
que requieren habilidades muy variadas y de condición necesaria para alcanzar el
rendimiento adecuado en el ambiente universitario, principalmente el manejo del
tiempo y de las prioridades de cara a las actividades que van surgiendo
progresivamente en la carrera. Sin embargo, esto va más allá de una buena
gestión temporal: implica también cumplir con lo planeado, evaluar su
implementación y realizar los ajustes necesarios (Furlan et al. 2014). Frente a
este desarrollo de habilidades, el estudiante se enfrenta a dos cuestiones
importantes (Valle Arias, González Cabanach, Núñez Pérez, Suarez Rivieiro,
Piñeiro Aguín, & Rodríguez Martínez, 2000): la primera tiene que ver con
las metas que desea conseguir y la segunda tiene que ver con los recursos que
pondrá en marcha para conseguirlo. Dicho en otras palabras, el estudiante se
plantea la siguiente pregunta: “¿qué
quiero obtener con esto y cómo debo hacer para conseguirlo?”; esto da como
resultado un proceso que resulta ser recíproco y que combina motivos y
estrategias para resolver sus situaciones académicas.
Otro
aspecto para tener en cuenta es que el nivel de adaptación de los estudiantes
estará íntimamente afectado por sus factores individuales y personales. Cada
uno de ellos está atravesado por una historia de vida en la cual han construido
su sistema de aprendizajes y valores, por lo que supone un desafío extra para
los profesores ya que tendrán la tarea de facilitar la adaptación al ambiente
universitario de tal manera que todos los estudiantes tengan la posibilidad de
conciliar ese proceso, y ese éxito depende también de cómo el estudiante haya
logrado sumergirse en ese ámbito. Tal como lo mencionan Rodríguez Soriano &
Torres Velázquez (2006), no solo el estudiante tiene la exigencia de entender
cómo moverse en un ambiente universitario, sino que el profesor también tiene esa
exigencia, pero de capacitar y promover el desarrollo de los estudiantes que
tiene a cargo.
Hay
otros aspectos del estudiante por fuera del ámbito universitario que se pueden
observar, y lo conforman varios factores que influyen directa o indirectamente
en el mismo. El área familiar resulta fundamental como factor influyente en las
habilidades a desarrollar del estudiante, ya que el contexto en el que ha
crecido obtuvo cierta valoración positiva o negativa de su familia, además de
las expectativas, canales de comunicación, preocupaciones propias colocadas en
el estudiante y la percepción de apoyo que ellos le prestan. Por supuesto
también es relevante a la inversa, es decir, la manera en que el estudiante
percibe su círculo familiar y la dinámica que se desarrolla. Estos factores
determinan en el estudiante la construcción sociocultural que puede llegar a
favorecer o limitar sus recursos de adaptación y, posteriormente, su adaptación
universitaria. La situación económica
de la familia también repercute en el estudiante: se le exige que ayude económicamente
para resolver las necesidades del hogar; asimismo, hay estudiantes con hijos y sus
obligaciones prioritarias son otras, tales como encargarse de todas las labores
domésticas y de crianza (Feldman, Goncalves, Chacón-Puignau, Zaragoza, Bagés &
De Pablo, 2008).
El área social e interpersonal también cobra
importancia y sobre todo considerándolo en
términos de apoyo social, que podría
ser un gran potenciador del desempeño satisfactorio y por consiguiente ayudar a
que se afronten las situaciones académicas con mayor eficacia, pero… ¿qué se
entiende por “apoyo social”? Feldman
et al. (2008) explican que todo apoyo que la persona recibe de otros junto con
sus recursos puede brindarle no solo un soporte emocional sino también
ofrecerle la oportunidad de que comparta intereses comunes por las cuales se
sienta comprendida y respetada. Todo esto dependerá no solo de los recursos
brindados sino también de la percepción que la persona tenga de ellos, por lo
que se puede conjeturar de que el apoyo social es un fenómeno que envuelve
elementos objetivos y subjetivos en cuanto a eventos actuales y percepción del
individuo respectivamente (Turner & Marino, 1994).
Bibliografía:
·
Furlan, L.A., Ferrero, M.J.
& Gallart, G. (2014). Ansiedad ante los exámenes, procrastinación y
síntomas mentales en estudiantes universitarios. Revista Argentina de Ciencias
del Comportamiento, 6 (3), 31-39.
·
González Ramírez, M. T. &
Landero Hernández, R., (2007). Escala de cansancio emocional (ECE) para
estudiantes universitarios: Propiedades psicométricas en una muestra de México
Universidad Autónoma de Nuevo León (México). Anales de Psicología, 23 (2),
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·
Furlan, L., Sánchez Rosas, J.,
Heredia, D., Piemontesi, S., Illbele, A., & Martínez, M. (2012).
Estrategias de aprendizaje y afrontamiento en estudiantes con elevada ansiedad
frente a los exámenes. Anuario de Investigaciones de la Facultad de Psicología,
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·
Polanco Hernández, A. (2005).
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educación, 5 (2), 1-13.
·
Valle Arias, A., González
Cabanach, R., Núñez Pérez, J.C., Suarez Rivieiro, J.M., Piñeiro Aguín, I. &
Rodríguez Martínez, S., (2000). Enfoques de aprendizaje en estudiantes
universitarios. Psicothema, 12 (3), 368-375.
·
Rodríguez Soriano, N.Y. &
Torres Velázquez, L.E., (2006). Rendimiento académico y contexto familiar en
estudiantes universitarios. Enseñanza e Investigación en Psicología, 11 (2),
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Feldman, L., Goncalves, L.,
Chacón-Puignau, G., Zaragoza, J., Bagés, N. & De Pablo, J., (2008).
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·
Turner, R. & Marino, F.
(1994). Social Support and Social Structure: A Descriptive Epidemiology.
Journal of Health and Social Behavior, 35, 193-212.