En
esta ocasión, lo que voy a compartir con ustedes, no es ninguna novedad. Es una
llamada de atención, como tantas otras señalé hace ya varios meses, de esta
mala costumbre que tiene la Delegación de manejar el barrio como si fuera una
empresa; de insultar la inteligencia de los vecinos pretendiendo hacer creer
que están haciendo cosas por Celina, cuando en realidad lo que siempre hicieron
(y hacen) fue generar ganancias propias que de ninguna manera se destina al
mantenimiento del barrio.
Durante
las vacaciones, unos vecinos me informaron que en Lacarra y Ugarte (sobre
Lacarra, en el barrio Sagrado Corazón) hay un espacio verde bastante grande que
planean apoderarse para vendérselo a otra gente. De más está decir que esta
acción impulsada por la Delegación no tiene ninguna legalidad de por medio: es
lisa y llanamente una treta más de las tantas otras que organizan a lo largo y
ancho de toda Celina. Una y otra vez, vuelvo a escuchar todos los nombres
recurrentes de siempre cada vez que me comentan situaciones de estas
características… ya todos sabemos quiénes son…
Los
vecinos tenían una idea bastante interesante: convertir ese espacio público en
una cancha de futbol abierta y gratuita para todo aquel que desee usarla. El
problema está en que comenzaron a llegar ciertas personas que observaban el
lugar y mandaban gente como para marcar territorio y quitarles a los vecinos
ese espacio que es nada menos que un
espacio público.
Excusas
hubo muchas y todas ellas una más ridícula que la otra: primero tenían pensado
construir una pequeña sede del ANSES, luego querían crear un registro civil,
después lo iban a usar como depósito de maquinarias usadas por la Delegación… y
así, excusa tras otra, lograban usurpar cada vez más el espacio público que muy
poco a poco se iba construyendo.
Muchos
de estos vecinos se opusieron férreamente a esta imposición arbitraria, y
comenzaron a tomar medidas por su cuenta (no hace falta aclarar que en Celina
no hay autoridades, ni siquiera la Comisaría, a quienes podamos recurrir,
¿no?). Se comenzó a erigir una pared de ladrillos a lo largo de la cancha y a
enrejar la entrada con la intención de contrarrestar el accionar de la
Delegación. Gracias a esto, no vino más ni el Delegado Municipal ni cualquier
otra persona en representación de él (por el momento). El asunto quedó en
stand-by, vaya a saber por cuánto tiempo.
Esta
clase de negocios son cosas de todos los días: ¿cuál es el límite para esto…?
¿No hay nada que se pueda hacer? Por supuesto que sí, aunque implique llegar
más lejos: la próxima medida es llevar todo esto a una causa judicial, y que
las autoridades correspondientes tomen cartas en el asunto, ya que los vecinos
son ignorados por la Delegación durante años y años. La paciencia es una
virtud, pero en este caso hay que permitirse dudar de ello.
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