“El hombre de al lado” es una película del 2009 dirigida
por los directores Gastón Duprat y Mariano Cohn, la dupla responsable de haber
creado esa otra joyita del cine argentino llamada “El ciudadano ilustre”, pero eso
ya será tema para otra nota…
En la peli que nos compete aquí y ahora, tenemos como
protagonistas a Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz, interpretando
respectivamente a Leonardo y a Victor. Leonardo es un hombre engreído, refinado
y ostenta ser una persona de gran intelectualidad en su vocación de arquitecto.
Victor, por otro lado, es un vendedor de autos usados con modales chocantes, políticamente
incorrecto, malhablado y con un cinismo que inquieta.
Ambos son vecinos, cada uno en su edificio, y el conflicto
comienza cuando Víctor hace una abertura en su pared para armar una ventana, la
cual da al departamento de Leonardo, y éste le reclama que no lo puede hacer ya
que está “prohibido” porque, a juicio de Leonardo, se ve todo lo que hace en su
casa. Victor le explica que lo hace porque necesita que le de el sol en el
departamento y que no le interesa husmear lo que hace su vecino; sin embargo,
no llegan a un acuerdo y el desarrollo de la película gira alrededor de esto: cómo
hacemos para llegar a un acuerdo con el otro; y lo mas importante: qué
condiciones establece cada uno para resolver este dilema.
A lo largo de la película se van revelando detalles de la
vida privada de cada uno, pero lo más importante para rescatar de esto, es la
presión que Leonardo recibe de su esposa, una mujer completamente irritable,
agresiva y desvalorizante hacia su marido. Victor, por otro lado, no parece
importarle mucho lo que piensan los demás ni acepta que alguien lo agreda o le
falte el respeto. Pero lo interesante de estos personajes es que Victor se
muestra predispuesto a negociar con Leonardo, a proponer alternativas, a consensuar,
a llegar a un acuerdo… todo esto con su clima “irreverente y ordinario” que tanto
le molesta a Leonardo. Por otro lado, el mismo Leonardo se niega a resignar o a
ceder, aunque sea algo mínimo para que ambos puedan estar conformes, ya sea
poniendo una cortina o una ventana más chica o ubicarla en otro lado, etc. Más adelante
se devela que a Leonardo en realidad no le molesta la idea de que haya una
ventana, incluso le confiesa a Victor que para él… ¡NO ES TAN GRAVE!, el problema
está en que le hace caso a los arrebatos de su esposa, quien odia todo lo que
tenga que ver con su marido y que no aprueba de ninguna manera que ese “vecino
raro” espíe lo que hacen.
Llegados a este punto, cabe preguntarnos: ¿Por qué pesa
más las actitudes, apariencias y maneras de expresarse hacia el otro? ¿Por
qué no es más importante la valoración hacia esa capacidad humana de establecer
acuerdos y consensos, donde cada parte retiene algo y a su vez RESIGNA algo?
Respecto a Victor… ¿es reprochable que, por malhablado,
directo y chocante se le desprecie la predisposición a resolver el conflicto
entre su vecino? Y para Leonardo… ¿por qué no puede con su debilidad de
imponerse ante quienes lo denigran y maquilla esas dificultades ostentando una
actitud refinada y altanera?
En el climax de la película ocurre una situación ajena a este conflicto que responde en un todo a las preguntas que estoy planteando, pero como siempre, les dejo a ustedes la tarea de ver la película (que se encuentra completa en YouTube) y sacar sus propias conclusiones. Y lo interesante aquí es el giro de los protagonistas y el rol que ocupa cada uno a la hora de resolver un conflicto: ¿Quién era el que estaba en falta realmente con “el de al lado”? ¿Victor o Leonardo?