domingo, 6 de junio de 2021

El hombre de al lado (y cómo somos con el que tenemos al lado)


Una vez más, quiero compartir con ustedes la reflexión de una película argentina que asumo como “poco conocida” por el público. Posiblemente una joyita oculta entre tantas otras a las que nos tienen acostumbrados y que posee un gran valor sustancial para debatir y cuestionar acerca nuestras conductas y las que tenemos con los demás.

“El hombre de al lado” es una película del 2009 dirigida por los directores Gastón Duprat y Mariano Cohn, la dupla responsable de haber creado esa otra joyita del cine argentino llamada “El ciudadano ilustre”, pero eso ya será tema para otra nota…

En la peli que nos compete aquí y ahora, tenemos como protagonistas a Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz, interpretando respectivamente a Leonardo y a Victor. Leonardo es un hombre engreído, refinado y ostenta ser una persona de gran intelectualidad en su vocación de arquitecto. Victor, por otro lado, es un vendedor de autos usados con modales chocantes, políticamente incorrecto, malhablado y con un cinismo que inquieta.

Ambos son vecinos, cada uno en su edificio, y el conflicto comienza cuando Víctor hace una abertura en su pared para armar una ventana, la cual da al departamento de Leonardo, y éste le reclama que no lo puede hacer ya que está “prohibido” porque, a juicio de Leonardo, se ve todo lo que hace en su casa. Victor le explica que lo hace porque necesita que le de el sol en el departamento y que no le interesa husmear lo que hace su vecino; sin embargo, no llegan a un acuerdo y el desarrollo de la película gira alrededor de esto: cómo hacemos para llegar a un acuerdo con el otro; y lo mas importante: qué condiciones establece cada uno para resolver este dilema.

A lo largo de la película se van revelando detalles de la vida privada de cada uno, pero lo más importante para rescatar de esto, es la presión que Leonardo recibe de su esposa, una mujer completamente irritable, agresiva y desvalorizante hacia su marido. Victor, por otro lado, no parece importarle mucho lo que piensan los demás ni acepta que alguien lo agreda o le falte el respeto. Pero lo interesante de estos personajes es que Victor se muestra predispuesto a negociar con Leonardo, a proponer alternativas, a consensuar, a llegar a un acuerdo… todo esto con su clima “irreverente y ordinario” que tanto le molesta a Leonardo. Por otro lado, el mismo Leonardo se niega a resignar o a ceder, aunque sea algo mínimo para que ambos puedan estar conformes, ya sea poniendo una cortina o una ventana más chica o ubicarla en otro lado, etc. Más adelante se devela que a Leonardo en realidad no le molesta la idea de que haya una ventana, incluso le confiesa a Victor que para él… ¡NO ES TAN GRAVE!, el problema está en que le hace caso a los arrebatos de su esposa, quien odia todo lo que tenga que ver con su marido y que no aprueba de ninguna manera que ese “vecino raro” espíe lo que hacen.

Llegados a este punto, cabe preguntarnos: ¿Por qué pesa más las actitudes, apariencias y maneras de expresarse hacia el otro? ¿Por qué no es más importante la valoración hacia esa capacidad humana de establecer acuerdos y consensos, donde cada parte retiene algo y a su vez RESIGNA algo?

Respecto a Victor… ¿es reprochable que, por malhablado, directo y chocante se le desprecie la predisposición a resolver el conflicto entre su vecino? Y para Leonardo… ¿por qué no puede con su debilidad de imponerse ante quienes lo denigran y maquilla esas dificultades ostentando una actitud refinada y altanera?

En el climax de la película ocurre una situación ajena a este conflicto que responde en un todo a las preguntas que estoy planteando, pero como siempre, les dejo a ustedes la tarea de ver la película (que se encuentra completa en YouTube) y sacar sus propias conclusiones. Y lo interesante aquí es el giro de los protagonistas y el rol que ocupa cada uno a la hora de resolver un conflicto: ¿Quién era el que estaba en falta realmente con “el de al lado”? ¿Victor o Leonardo?