martes, 15 de diciembre de 2015

Una campaña de duelo

¡Dale al play antes de leer!



Battlefield 4 llegó a mis manos hace no menos de dos meses, y tengo que reconocer que fue una experiencia diferente y muy entretenida. Es una alternativa interesante y más intensa que su competidor directo (que no es otra que la saga de los Call of Duty). Más emocionante, más realista y más inmersiva de lo que haya visto hasta el momento.

No tuve el placer de jugar todas las entregas de esta saga. Esta cuarta entrega de los chicos de Dice fue mi primer experiencia en este universo llamado Battlefield. El Modo Campaña es frenético todo el tiempo, con situaciones en donde el tiempo apremia, el enemigo te acosa constantemente sin respiro, y toda esperanza parece reducirse a un mísero campo azotado por la guerra en donde a esto se le suma las fuertes alteraciones climáticas (siendo la lluvia un protagonista más).

Al estar por terminar la última misión del juego, éste te exige que sacrifiques a uno de tus compañeros. Recker, el protagonista, junto con sus dos compañeros, están colgados de un arnés, justo encima de la flota enemiga principal, la cual está a punto de acabar con toda esperanza de ganar la guerra. Pero en el momento más crítico, una de las cargas del C4 (colocadas estratégicamente en el barco líder) comienza a fallar, impidiendo la detonación a distancia para acabar con todo de una vez. En ese momento, uno de los dos tiene que sacrificarse para bajar y arreglar la carga disfuncional: Hannah, la espía china que se alía con el equipo de Recker; o Irish, colega y amigo del equipo. 

No se puede elegir que ninguno se sacrifique, puesto que la flota enemiga termina destruyendo la flota de nuestros héroes (obteniendo así el "final malo"). Tampoco Recker puede sacrificarse. Sólo Hannah o Irish. La muerte de alguno de los dos es inminente.


Quienquiera que baje, logrará poner en marcha el C4 nuevamente, momento en el que Recker acciona el botón y el enemigo cae derrotado, junto con el compañero inmolado. Al correr los créditos, puede apreciarse una dedicatoria:

IN LOVING MEMORY OF:
Kjell Reutersward
1979 - 2013

Mientras tanto, durante toda esta secuencia, suena el tema que estás escuchando... al querer buscarlo en YouTube, me llevo la sorpresa de que dicho tema se titula "A theme for Kjell". Y mientras recuerdo con intensidad esos momentos en que el juego ofrecía aquellas batallas en donde el enemigo cada vez estaba más cerca y la lluvia torrencial agobiaba a los protagonistas, pude darme cuenta de que el Modo Campaña tiene un sentido más profundo...

Este juego, esta cuarta entrega de Battlefield, está de duelo. Y lo manifiesta durante todo el desarrollo de la trama. La mayoría de los ambientes son desoladores, abatidos, con matices que invocan una cierta tristeza; una esperanza tan lábil que pareciera quebrarse en cualquier momento... Y la escena final es una analogía impactante ante ese duelo. 


Kjell Reutersward era programador de Dice, y esta dedicatoria al final del juego dice mucho del propósito con el que fue lanzado. Nunca, en tantos años de gamer, contemplé semejante creación con la meta de poder sublimar tanto dolor, que implica nada menos que la pérdida de un ser querido.

Dejando de lado la jugabilidad, la calidad gráfica y cualquier otro apartado técnico... Esto tiene que ver con la carga subjetiva que tiene el juego: es una representación del dolor de una pérdida... Y esa canción, "A theme for Kjell", es un broche de oro totalmente oportuno para cerrar esta obra


Fue un placer haber comenzado el recorrido de esta saga con esta cuarta entrega...

lunes, 14 de diciembre de 2015

Redes quejosas

Las redes sociales provocaron un giro de 180º en la forma de comunicarnos con los demás. Sin darnos cuenta, nos vimos inmersos en un metamundo donde podíamos transmitir cualquier tipo de información (más que de costumbre): textos, fotos, videos, música, e incluso dejar comentarios sobre ello.

En el caso de Celina, hay un grupo en particular que se volvió muy famoso (y que seguramente muchos ya lo conocen) titulado “Villa celina, mi barrio, mi vida”. Actualmente está llegando a los 10.000 usuarios, por lo que lidiar con semejante cantidad de gente puede llegar a resultar muy caótico.

En Facebook existen millones y millones de grupos creados, todos con una enorme cantidad de usuarios que se unen constantemente y arman foros de discusión dentro de ellos. Lamentablemente, la moderación de estos foros muchas veces deja que desear… es bastante común encontrarse con comentarios ofensivos, difamaciones, agresiones de todo tipo y hasta amenazas que obviamente jamás se cumplen.

La idea original de este grupo es (o era) justamente eso: que los vecinos tuvieran un lugar en común para discutir y planificar, pero también para accionar y generar movimiento en el barrio. Sin embargo la realidad en ese grupo (contando excepciones, claro) es otra, y esto es a lo que voy con el título de la nota.

Dentro del grupo, todo el mundo se queja, habla, opina y alardea usar la libertad de expresión, pero ninguno es capaz de volcar a la acción concreta todo lo dicho, y ahí está la historia de siempre: de pensar que no somos responsables de un cambio y que pretendemos que suceda sin hacernos cargo de la responsabilidad que tenemos como vecinos. Raras veces se pueden encontrar en Facebook grupos serios que planifiquen y accionen. Y ésta no es la excepción. La única conclusión posible es que este grupo es un mero reflejo de lo que realmente sucede en Celina: “me quejo y propongo sin querer pagar las consecuencias”, que en este caso sería hacerse cargo del cambio a generar.

Durante todo este tiempo, los vecinos que tratamos siempre de aportar lo suyo (cada uno sabe a quienes me refiero) nos cruzamos constantemente con un tipo de gente (nuevamente, cada uno sabe) que abunda mucho en este barrio, y son los quejosos. Pero no cualquier quejoso, sino a esa clase de quejoso que nunca hace nada por su barrio por más que tuviera una mínima oportunidad de marcar la diferencia. Y esa gente, lejos de sumar, resta. No sólo resta sino que además empeora la situación del barrio, puesto que así, las entidades que se supone que también están a cargo de los quehaceres del barrio (y otra vez, todos sabemos a quienes me refiero) siguen aprovechándose de esta desunión y no seguir invirtiendo en soluciones más adecuadas para todos.

Así está Celina actualmente, tal como lo refleja ese grupo: albergando muchos vecinos que no buscan empujar todos para el mismo lado, sino para el lado que más le convenga a cada uno, incluso si el barrio se viniera abajo. Desgraciadamente se adoptó una cultura de quejosos, de opinólogos y “críticos” que no accionan, que esperan un milagro para el barrio cuando en realidad el milagro reside en las acciones de cada uno de nosotros.