Llega
un momento en que cuando pasan los años, de vez en cuando vas mirando a quien
tenés alrededor tuyo. Y ahí es cuando te vas dando cuenta de que hay personas
que ya no te significan lo mismo (ya sea porque hayan cambiado drásticamente, o
simplemente porque uno mismo cambia y considera que necesita otro tipo de
amigos alrededor).
En
este caso particular, pasó lo segundo. De hecho, ya desde el año pasado me
replanteé las amistades que tenía a mi alrededor: casi todos del secundario, y
muchos de ellos (probablemente la mayoría) a esta altura del partido me doy
cuenta de que no son más que unos perdedores que aprovechan la mínima excusa
para desquitarse conmigo, ya sea por gastadas, ya sea por burlas, ya sea por desvalorizaciones,
y atacándome con la primera cosa que tengan a mano.
Ahora
que soy más grande y lo pienso en retrospectiva, me doy cuenta de que dejé
pasar muchas cosas durante mucho tiempo, pensando que tal vez yo exageraba, que
no me bancaba nada, que tenía que ser más tolerante, más copado, más alegre…
Todo siempre yo, y los demás nada… Realmente estaba equivocado, porque el
problema, en este caso, eran precisamente ellos.
Yo lo
atribuyo a que, esto que hacían mis ex amigos, era porque quizá ninguno podía
verme más allá del muchachito tímido y pelotudo que era cuando tenía 15 años: un
perdedor insufrible que no tenía el valor para decir lo que pensaba, y mucho
menos para expresar lo que le molestaba. Era como si a medida que pasaba el
tiempo y yo iba madurando y conociendo gente nueva, ellos seguían contemplándome como si yo no hubiera hecho progresos conmigo mismo, ergo, como
si todavía tuviera esa mentalidad adolescente.
Parte de
ese crecimiento fue gracias a la universidad, donde conocí mucha
gente nueva con la que entablé grandes amistades. Gente maravillosa en su mayoría, que me valoraba por lo que soy y que
contemplaba mis sentimientos... Habiendo gente que me estimaba tanto, miraba de
vuelta para los rezagados que habían quedado del secundario y de repente me
dije: “¿Qué mierda sigo haciendo con esta gente...?”
Y entonces lo entendí: concluí que no fueron ellos los que cambiaron… ellos siempre fueron así de boludos. Simplemente me di cuenta de que no me sumaban en mi vida y que, de hecho, estuve durante años perdiendo mi tiempo con esta gente que me tomaba para el boludeo. Dicho en otras palabras: me desvalorizaba tanto a mí mismo que creía no merecer personas mejores a mi alrededor.
Y entonces lo entendí: concluí que no fueron ellos los que cambiaron… ellos siempre fueron así de boludos. Simplemente me di cuenta de que no me sumaban en mi vida y que, de hecho, estuve durante años perdiendo mi tiempo con esta gente que me tomaba para el boludeo. Dicho en otras palabras: me desvalorizaba tanto a mí mismo que creía no merecer personas mejores a mi alrededor.
Finalmente,
esa lamparita que me faltaba prenderse, se logró el año pasado. Los que más podrido me tenían, eran tres. Despaché al que conocía desde
el secundario el año pasado (me encontré con él y le dije la posta; aceptó la
ruptura sin decir nada); a otro que lo conocía desde primario le corté en seco por WhatsApp (ni lo quise ver a este último, me tenía las bolas llenas); y luego la
última, una chica, que directamente no le plantee nada… simplemente me alejé y
no le hablé más.
Las
que realmente valían la pena del secundario, son apenas dos chicas, que siempre
estuvieron y que siempre me valoraron a conciencia y sin el boludeo excesivo al
que me sometían los otros. Una es enfermera y la veo principalmente en sus cumpleaños; a la
otra, docente, no la veo hace mucho (debería visitarla algún día) aunque de vez
en cuando hablo con ella.
Pequeñas
cosas que quizá a cualquiera le costaría ver (yo no estoy exento: tardé 12 años para darme cuenta). Pero cuando te das cuenta y
accionás… no importa la edad que sea ni el tiempo que haya pasado… cuando realmente te
das cuenta de que hiciste BIEN lo correcto, empezás a dormir más tranquilo por
las noches…