jueves, 14 de octubre de 2021

Cuando la falta de visión es lo más visionario del mundo

Ken Olsen fue un ingeniero estadounidense, cofundador de la extinta Digital Equipment Corporation, quien en 1977 dijo una frase que pasaría a la posteridad como la mayor falta de visión jamás tenida, la cual dice así:

“No hay ninguna razón por la que una persona

quisiera tener una computadora en su casa”

Me impacta esta frase de Ken. Tanto fue así, que decidí investigar un poco sobre el asunto y descubrí esto en la Wikipedia inglesa:

“En 1977, refiriéndose a los prototipos de computadoras que se empezaron a utilizar para la automatización del hogar (como el ECHO-IV), Olsen declaró: ‘No hay ninguna razón por la que una persona quiera tener una computadora en su casa’. Si bien Olsen admitió haber hecho ese comentario, aclaró que sus palabras fueron sacadas de contexto ya que se refería a aquellas computadoras programadas para controlar aspectos del hogar y no a las PC.”

Esta cita parafraseada revela dos cosas: la primera es que, como ya está aclarado, la frase estaba fuera de contexto. Y la segunda, y más paradójica, es que incluso si Ken hubiera dicho la frase refiriéndose a las PC tal como las conocemos ahora, lejos de catalogarlo como un tipo con falta de visión, sería al revés: lo consideraría de hecho un gran visionario. ¿Por qué? Considerá lo siguiente:

Las computadoras, es cierto, nos facilitaron la tarea en un montón de cosas, tanto para actividades laborales como para actividades académicas, desde el uso de internet, la gran información bibliotecaria mundial que se puede encontrar allí y la posibilidad de comunicación instantánea, hasta algo tan cotidiano como pagar facturas, hacer compras, realizar trámites y una cantidad de quehaceres que ahorran mucho tiempo. Todo esto que acabo de mencionar lo celebro y admiro que hoy día tengamos estos beneficios con las PC’s.

Hasta ahí lo bueno, pero ahora pasemos a lo lamentable. Y lo digo de esta manera porque noto con desgracia que actualmente pesan más este tipo de cosas que las beneficiosas; y me refiero nada menos que a las redes sociales cuando se usan como un mero instrumento hedonista y frívolo, donde solo importa la acumulación de datos sin ninguna profundidad aparente, sin ningún tratamiento para reflexionar de forma crítica quien lo sube, para qué lo sube y por qué determinada gente lo acepta. El marketing absurdo que constantemente nos azota tanto en internet como en los canales por suscripción paga, el consumismo salvaje que se fomenta en todas las nuevas tecnologías, el uso superficial e inútil de mostrarse ante el otro en fotos provocadoras, apelando al cuerpo, a la imagen, pero sin contenido, donde se busca que otro lo reconozca pero que al mismo tiempo solo importe lo que uno mismo muestra. El hiper-individualismo que se ve dentro de las redes, para las cuales se necesita un PC (y me atrevo a decir que los smartphones también entran en esa, porque a esta altura del partido ya se los puede considerar como mini PC’s). La tendencia actual para con las computadoras en general, están encaminadas a eso. Y las consecuencias son devastadoras… merman la intelectualidad y el pensamiento crítico.

Viendo que nuestro amigo Ken pudo vivir hasta el 2011, y que seguramente fue testigo de todo este descenso a la locura con las nuevas tecnologías, resulta curioso que lo que dijo hace varios años atrás, tan solo necesitaba germinar hasta nuestra época actual para que su frase cobrara un sentido más profundo. Considero que su “desafortunada” frase en la actualidad tiene gran parte de razón, y el motivo es obvio: si bien las computadoras nos han traído muchos beneficios, también nos ha quitado muchos. Este señor, estoy seguro, no solo no habrá cambiado de opinión con lo que dijo, sino que incluso habrá reafirmado y reformulado con toda seguridad que “no hay ninguna razón por la cual una persona quisiera tener una computadora en su casa”… para este tipo de usos.

Ken Olsen 
(1926 - 2011)
 

lunes, 11 de octubre de 2021

¿En qué se basan nuestras relaciones amorosas?

Hace poco me encontré con la publicación de una chica con la siguiente frase: “Si una mujer te ama, se va a enojar por cualquier tontería. Si no puedes con eso, búscate a otra que no le intereses para nada.”

En un principio uno se puede quedar atónito ante semejantes palabras… Pero luego de eso, cabe preguntarse:

¿¿¿Qué clase de provocación absurda y nefasta es ésta???

Tratá de ponerte a pensar UN MINUTO lo que te puede costar emocionalmente estar con una persona así:

  • En toda situación, por más inocua o inofensiva que sea (un retraso por tráfico, un cambio de planes forzoso, un asunto excepcional) y que no tenga que ver con ella, va a ser una excusa para pelear porque hay “falta de interés”.
  • Todos esos líos son porque “te ama” … Ese es el argumento. Generar un caos innecesario y constante con quien uno eligió para compartir cosas en común y tener proyectos juntos.

Y mis preguntas surgen… ¿no es un poco infantil azotar al otro con ese tipo de sufrimiento? Esta chica… ¿cuándo disfruta entonces el estar con su pareja? ¿POR QUÉ es el otro quien debe cargar con inseguridades que no le corresponde…? Por otro lado, la persona que recibe esto… ¿en qué lugar de la relación queda? ¿en un mero depositario de falencias ajenas?

Es entonces cuando llegamos a una pregunta fundamental: ¿en que termina basándose una relación así? ¿en descargar toxicidades a una persona que nada tiene de responsabilidad en eso? ¿no es una actitud narcisista ante la vida, donde uno hace alarde de supuestas virtudes cuando en realidad son DEFECTOS?

Una cosa es que todos podemos tener un mal día, o venir enojados de otro lado. Eso es cierto. Pero pretender que los demás deben hacerse cargo de frustraciones ajenas es evidencia de algo mucho peor: desligarse de la responsabilidad de sus emociones. La chica remata con un “si no puedes con eso búscate a otra que no le intereses para nada”. Siguiendo esa lógica, para esta chica, “amar” significa pelear con alguien todo el tiempo incluso si no hay motivo aparente para hacerlo, como los nenes… y si el otro se enoja y plantea incluso romper la relación ante otro que no lo registra, no se está haciendo valer, sino que es un “débil”, un “incapaz” de valorar a la otra persona.

Y las contradicciones siguen hasta el infinito: ¿por qué no enojarse implica necesariamente que no le interesa la otra persona? ¿por qué una cosa invalida la otra, como si fuera blanco o negro, simplificando abruptamente la dinámica de una relación?

¿En qué momento de la vida se llegó a esto? ¿Desde cuándo el dialogar, aceptar y resolver situaciones para que una relación crezca quedó dejada de lado? Evidentemente hay una tendencia actual a la actitud irresponsable, donde nadie se hacer cargo de sí mismo y se pretende que un otro sea depositario de las miserias ajenas. Es contra eso con lo que hay que luchar, y en especial en nuestra profesión: de que cada persona se haga cargo de que sus acciones en la vida, ya que para bien o para mal, tienen consecuencias.

sábado, 21 de agosto de 2021

Los acuerdos... esa palabra peligrosa...

Si recurrimos al diccionario, vamos a encontrarnos con la siguiente definición:

  1. Decisión sobre algo tomada en común por varias personas.
    "después de varias horas de negociación, llegaron a un acuerdo"
  2. Conformidad o armonía entre personas o aceptación de una situación, una opinión, etc.
    "viven en perfecto acuerdo"

Y en Wikipedia, para variar, nos encontramos con una definición aún más interesante:

Acuerdo es, en Derecho, la decisión tomada en común por dos o más personas, o por una junta, asamblea o tribunal. También se denomina así a un pacto, tratado, convenio, convención o resolución tomada en el seno de una institución.

Creo que, tras lo leído, queda muy claro la importancia que tiene esta palabra en nuestras vidas, ¿no? Hagan memoria… ¿cuántas veces acordaron con amigos encontrarse en determinado momento y en determinado lugar? ¿cuántas veces acordaron con familiares no hablar de política o de religión cuando se reúnen determinadas personas? ¿cuántas veces acordaron en sus trabajos un determinado horario por cuestiones de estudio? Ejemplos hay miles, y ustedes mismos estarán recordando los suyos. Lo cual quiere decir que es una palabra que atraviesa al ser humano en todo sentido, que es un ordenador de su existencia y que de alguna manera garantiza un accionar civilizado y armónico.

Ahora bien, ¿qué pasa con aquellas personas que no registran esta palabra y su gran significado? ¿qué pasa con la gente que incluso hace falsos acuerdos?

“Ay esa palabra ‘acuerdo’ es muy de fulanito”, dice mientras hace un gesto de desagrado…

Como dije en el título, algunos parecen encontrarla peligrosa esta palabra. Y hay una buena razón para ello: imagínense una persona que para su vida, la palabra “acuerdo” es simplemente algo que lo toma como un defecto de alguien y no como un valor fundamental en su vida… ¡es monstruoso! ¡La humanidad se hubiera extinto hace muchísimo tiempo! Una persona que no tiene el registro simbólico de lo que implica “hacer un acuerdo”, está condenada a la perversión.

¿Saben lo que eso significa? Que reconoce que hay normas, que SABE que están ahí, pero que va a hacer lo imposible por transgredirla y burlarse de ellas. Pero esto no es responsabilidad absoluta del transgresor, sino también responsabilidad compartida por normas DÉBILES, poco consistentes e incluso imaginarias, que te hacen creer que están ahí pero que en realidad no hay consecuencias cuando sí debería haberlas.

Dicho en otras palabras, la persona que niega el valor de un acuerdo trata de corromper el transcurso o la armonía de las relaciones humanas mediante todo tipo de artimañas como: 

  • Generar confusión entre los interlocutores. 
  • Provocar discordias donde anteriormente no las había.
  • Destruir la moral e integridad de las personas que sean “peligrosas” a sus intenciones.
  • Intentar a cualquier precio y de manera sistemática quedar como la victima de la situación, y no conforme con eso, culpar a las verdaderas víctimas de sus fechorías.

Como pueden ver, la connotación de alguien que RECHAZA los acuerdos humanos como un valor indispensable en la vida, es realmente siniestra. Y para que ese tipo de personas, que no tienen una mínima capacidad para amar o sentir algo hacia el otro, no dañen a quienes tienen alrededor, la única solución posible es tomar distancia, independientemente del tipo de vínculo que uno haya tenido.

¿Forma extrema de pensar? No. De ninguna manera. Es de hecho la opción sensata, la correcta. Porque si hubiera otra solución, precisamente se hubieran elaborado y cumplido esos acuerdos, cosa inviable para este tipo de personas. Tomar distancia es lo único que permite dar cuenta de que en la vida hay personas que no cambian nunca, que no ceden en lo absoluto. Y que en algún momento, hay que darles la espalda.

Un signo de madurez importante, antes que valorar a otros, es primero aprender a valorarte.

jueves, 12 de agosto de 2021

¿Qué sos?

Habiendo pasado apenas unos minutos de haber cumplido los 30 años, siento la necesidad de marcar una serie de acontecimientos que valen la pena dejarlos aquí.

En estos momentos estoy viviendo solo en un departamento. Pago mi comida, mis facturas, mis gustos, mis gastos y mis inversiones. Estoy en pareja, y eventualmente voy a convivir con ella.

Me recibí de psicólogo, estoy matriculado y actualmente ejerzo desde la clínica en consultorio particular, además de que trabajo como acompañante terapéutico, lo cual me otorga un sueldo fijo y me permite mantenerme por mis propios medios.

Estoy haciendo terapia hace ya casi 10 años, alternando entre sesiones individuales y grupales, que han ayudado y continúan haciéndolo en muchísimos aspectos de mi vida. Tengo mi espacio de supervisión para los casos que me van llegando y poder seguir creciendo como profesional.

A todo esto, me inscribí en ciertas actividades que refuerzan lo anterior nombrado: grupos de estudio, cursos, actualizaciones y especializaciones. Estoy haciendo un tramo de formación pedagógica para poder enseñar mi profesión en un futuro no muy lejano.

Tengo fuertes intenciones de incursionar en distintas áreas de trabajo, como los psicodiagnósticos laborales, los gabinetes escolares y las fundaciones de salud mental.

Leo libros, novelas, historietas, diarios, miro películas, series, documentales… todos accesos a la cultura que independientemente de su género me aporten a lo intelectual y a lo emocional. Quiero absorber todo y aplicarlo todo lo que pueda; está en mi naturaleza obsesiva.

Me puedo permitir disfrutar los fines de semana con amigos o en pareja, e incluso en familia… y no me refiero en el sentido estricto de la palabra. Todo ser humano puede potencialmente integrar una familia, y yo la tengo: son mi pareja, mis amigos, mis colegas, mis compañeros de terapia y mis compañeros de estudio.

Y vos, psicopatona… ¿qué sos? ¿sos algo? ¿te queda algo de dignidad? ¿sos abogada, perito, vendedora…? Todo a medio camino o sin ejercer… qué casualidad, ¿no? ¿Qué pasó…? ¿lo máximo que pudiste llegar es a ser una pobre detective privada, y encima bastante mediocre? ¿dónde estás parada vos ahora? Te queda muy chico el término “realización personal” por lo que veo... es demasiado trabajo para vos, porque no sos una cualquiera, sos algo mucho más grande... sos "la nena", ¿Cómo negar ese rol tan tentador? Es complicado sacarse toda esa pestilencia que te consumió por dentro desde el principio...

Dejar una flor en el cementerio no te redime de toda una vida miserable y parasitaria. Eso no es nada. Y en especial cuando notes la poca gente que te va a valorar en tu lecho de muerte… Por mí podés perder tu alma, aunque honestamente pienso que ya la perdiste hace rato.

Parásito y cáscara vacía.

Lo único que sabes hacer es ostentar cómo te chorrea todo ese oro cochino, sin esfuerzo y mal ganado, que no te mereces en lo absoluto y que te lo dan por miedo a “perder a la nena”.

Y después me vienen a hablar de hijos mal paridos… imbéciles.

domingo, 6 de junio de 2021

El hombre de al lado (y cómo somos con el que tenemos al lado)


Una vez más, quiero compartir con ustedes la reflexión de una película argentina que asumo como “poco conocida” por el público. Posiblemente una joyita oculta entre tantas otras a las que nos tienen acostumbrados y que posee un gran valor sustancial para debatir y cuestionar acerca nuestras conductas y las que tenemos con los demás.

“El hombre de al lado” es una película del 2009 dirigida por los directores Gastón Duprat y Mariano Cohn, la dupla responsable de haber creado esa otra joyita del cine argentino llamada “El ciudadano ilustre”, pero eso ya será tema para otra nota…

En la peli que nos compete aquí y ahora, tenemos como protagonistas a Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz, interpretando respectivamente a Leonardo y a Victor. Leonardo es un hombre engreído, refinado y ostenta ser una persona de gran intelectualidad en su vocación de arquitecto. Victor, por otro lado, es un vendedor de autos usados con modales chocantes, políticamente incorrecto, malhablado y con un cinismo que inquieta.

Ambos son vecinos, cada uno en su edificio, y el conflicto comienza cuando Víctor hace una abertura en su pared para armar una ventana, la cual da al departamento de Leonardo, y éste le reclama que no lo puede hacer ya que está “prohibido” porque, a juicio de Leonardo, se ve todo lo que hace en su casa. Victor le explica que lo hace porque necesita que le de el sol en el departamento y que no le interesa husmear lo que hace su vecino; sin embargo, no llegan a un acuerdo y el desarrollo de la película gira alrededor de esto: cómo hacemos para llegar a un acuerdo con el otro; y lo mas importante: qué condiciones establece cada uno para resolver este dilema.

A lo largo de la película se van revelando detalles de la vida privada de cada uno, pero lo más importante para rescatar de esto, es la presión que Leonardo recibe de su esposa, una mujer completamente irritable, agresiva y desvalorizante hacia su marido. Victor, por otro lado, no parece importarle mucho lo que piensan los demás ni acepta que alguien lo agreda o le falte el respeto. Pero lo interesante de estos personajes es que Victor se muestra predispuesto a negociar con Leonardo, a proponer alternativas, a consensuar, a llegar a un acuerdo… todo esto con su clima “irreverente y ordinario” que tanto le molesta a Leonardo. Por otro lado, el mismo Leonardo se niega a resignar o a ceder, aunque sea algo mínimo para que ambos puedan estar conformes, ya sea poniendo una cortina o una ventana más chica o ubicarla en otro lado, etc. Más adelante se devela que a Leonardo en realidad no le molesta la idea de que haya una ventana, incluso le confiesa a Victor que para él… ¡NO ES TAN GRAVE!, el problema está en que le hace caso a los arrebatos de su esposa, quien odia todo lo que tenga que ver con su marido y que no aprueba de ninguna manera que ese “vecino raro” espíe lo que hacen.

Llegados a este punto, cabe preguntarnos: ¿Por qué pesa más las actitudes, apariencias y maneras de expresarse hacia el otro? ¿Por qué no es más importante la valoración hacia esa capacidad humana de establecer acuerdos y consensos, donde cada parte retiene algo y a su vez RESIGNA algo?

Respecto a Victor… ¿es reprochable que, por malhablado, directo y chocante se le desprecie la predisposición a resolver el conflicto entre su vecino? Y para Leonardo… ¿por qué no puede con su debilidad de imponerse ante quienes lo denigran y maquilla esas dificultades ostentando una actitud refinada y altanera?

En el climax de la película ocurre una situación ajena a este conflicto que responde en un todo a las preguntas que estoy planteando, pero como siempre, les dejo a ustedes la tarea de ver la película (que se encuentra completa en YouTube) y sacar sus propias conclusiones. Y lo interesante aquí es el giro de los protagonistas y el rol que ocupa cada uno a la hora de resolver un conflicto: ¿Quién era el que estaba en falta realmente con “el de al lado”? ¿Victor o Leonardo?