A vos
te pregunto, que te sentías en libertad de tratar a los demás como un trapo de
piso… ¿Valió la pena? ¿Valió la pena quedarse solo por no reconocer errores
propios?
A vos te
pregunto, que no te importa medir las palabras con los demás y que encima la
culpa siempre es del otro por no entender que todo es un chiste… ¿Valió la pena?
¿Valió la pena tirar a la basura muchos años de amistad por una gilada así?
A vos
te pregunto, que creés que las palabras dirigidas con cierta malicia no causan
efecto… ¿Valió la pena? ¿Valió la pena sacrificar una relación de pareja porque
a vos, vivo, no se te ocurrió pensar que quizá no debiste haberte metido con cosas
que para el otro no son un juego?
La
clave de todo este asunto es CUÁNTO se pone en juego cuando uno se hace el idiota
con los demás y no evalúa las consecuencias de sus palabas. Uno insiste en algo
que al otro no le gusta, que se lo hace notar, que le manifiesta que lo hace sentir
mal… y del otro lado no solo no hay respuesta, sino que además la desvalorización
empeora…
Y al
meterlo en una balanza… ¿Cuánto vale la pena destruir algo entre una o más personas
sólo porque a vos, pedazo de forro, no se te ocurre pensar que tal vez tus
palabras “boludas” o “en joda” no sean TAN así…? Porque si lo reflexionaras con
al menos un poquito de profundidad, te darías cuenta de que tal vez no es tanta
joda para los demás.
La única
que te queda es sobrevivir con gente tan forra como vos… o que simplemente se
sientan tan mierdas a ellos mismos que crean merecer tus pelotudeces. Ojalá que
pase lo contrario: que te cruces a gente que de hecho sí se toma con total
seriedad la magnitud de las palabras, que sabe bromear y gastar en los momentos
que sí son indicados… así te quedás más solo que la mismísima soledad y
experimentás un poquito lo que es el rechazo por tu falta de empatía con los demás…
No te
quedó sueño por vengar,
y ya
no esperás que te jueguen limpio nunca más…