- Cuando Alfonsín provocó la hiperinflación en los años '80 y tras el fracaso de Plan Austral, la bronca hizo que Menem logre llegar al poder proponiendo el plan de convertibilidad.
- Cuando llegamos al '99, tras dos mandatos consecutivos, la bronca hizo que le bajaran el pulgar a Menem y se lo levantaran a De La Rúa. Éste a su vez continuó sin hacer nada para revertir la situación y todo terminó con la crisis del 2001.
- Tras el fin de la convertibilidad, Duhalde terminó los años restantes de gobierno hasta que ganó Nestor Kirchner. Luego de que le pasara el poder a Cristina Kirchner en 2007, la pelea por las retenciones del campo, su reelección en 2011, la famosa "grieta" entre anti-K y ultra-K totalmente definida y cada vez más grande, las interminables cadenas nacionales y (la frutillita del postre) la muerte de Nisman, terminaron de sentenciar una bronca renovada. Esta vez al mando de Mauricio Macri, que prometía un montón de cosas...
- Año 2015: durante el gobierno de Macri, el primer mes se disparan las boletas de luz y gas. Llega el 2018: se dispara el dolar en mayo a $20 y en septiembre a $40. Todo está igual pero con más inflación. A Macri le bajan el pulgar y lo arrojan a los leones. Esta vez el salvador de turno es Alberto Fernandez.
- En 2019 Alberto empieza con nada menos que el dolar disparado a $60. La pandemia en 2020 y 2021 con todo lo que eso conllevó. Durante este lapso comienza a llegar un nuevo salvador de turno, primero criticando a la "casta política", luego involucrándose en ella entrando al congreso y para terminar forma un equipo para candidatearse a presidente, proponiendo entre otras cosas la dolarización...
- Finalmente llegamos al año que nos compete: 2023 y con un dólar paralelo a $750 (si es que no volvió a cambiar), millones de pobres y quien sabe cuántos más en situacion de desempleo o trabajo hiperprecario.
viernes, 8 de septiembre de 2023
El voto bronca no es de ahora
viernes, 21 de abril de 2023
Lola, Ámbar y Ludmila
Durante mi paso por los acompañamientos escolares, me tocó estar unos pocos meses en un preescolar del estado en capital. Allí conocí un curso muy pequeño, de no más de 12 o 13 chicos, donde la mayoría de ellos se ganaron mi afecto.
En
uno de esos tantos días, el muchacho que acompañaba (un chico muy
complicado, con pocas esperanzas para el futuro) estaba sumamente entretenido
jugando solo con los bloques, armando camiones sin la necesidad de que yo intervenga. Estaba en su mundo. Era mi oportunidad de observar al resto.
Cada
vez que me tocó acompañar algún niño que estaba entretenido y concentrado
en lo que había que hacer, me daba el lujo de ir husmeando a los demás
integrantes del curso. Y si podía aportarles algo que fuera útil, mejor.
Como en esta ocasión sólo había que pasar el tiempo jugando, llego a la mesa de estas tres mujercitas. Estaban con pocas ganas de jugar, así que se dedicaban a dibujar y hablar entre ellas. Como ya se había generado un vínculo con ellas, naturalmente no paraban de bombardearme contándome cosas que hicieron durante el fin de semana o lo que hicieron con sus familias ni bien me acerqué.
Es
entonces cuando se me ocurre plantearles lo que yo considero (y me hago cargo de que es una actitud vanidosa) un as en la manga. Romper el hielo con una adivinanza ultra difícil que
alguna vez leí cuando tenía unos 10 años y que hasta el día de hoy, incluso
para un adulto, resultaría difícil de deducir.
Es entonces cuando les planteo la siguiente pregunta: «Si lo nombro, lo rompo. ¿Qué es?»
Las chicas se quedaron
pensando unos segundos… se miraban entre ellas y luego miraban a su alrededor,
tal vez suponiendo que la solución estaría en algún objeto que estuviera en la
sala.
¡Una
silla! -dijo Ludmila
¡Un
vaso! -dijo Lola
¡Un lápiz! -dijo
Ambar
¿Un plato? -dijo
Lola de nuevo
Y así varias respuestas más,
que de alguna forma tenían que ver con objetos delicados… pero no era esa la respuesta. Así que decidí darles
una ayudita:
No, esperen… escuchen bien… si
lo nombro, o sea, si vos lo nombras (la señalo a Lola)… se rompe. No se trata de
algo que se toca… con solo nombrarlo… ya lo rompés.
Silencio de misa. Las tres quedaron muy pensativas, durante largos segundos…
Lola atinó a decir dos objetos más de los cuales se arrepintió inmediatamente al figurarse de que se podían tocar.
Ludmila se reía y simplemente dijo: "No sé".
Hasta que Ámbar súbitamente
concluyó: ¿Un secreto…?
Si soy estricto, no era exactamente
la respuesta. Pero no dejó de sorprenderme el nivel de abstracción que logró
esta chica de nada menos que 5 años de edad. En efecto, la respuesta era “el
silencio”… solo que lo dijo con otra palabra que podría considerarse un
sinónimo: si uno tiene un secreto, la mejor forma de guardarlo es permaneciendo
en silencio.
Asi que le expliqué eso a
Ambar y que su respuesta me gustó mucho. Jamás me deja de sorprender el
potencial que puede tener un niño, y más cuando uno pone a prueba su
inteligencia.
domingo, 16 de abril de 2023
Un techo
Anoche vivencié algo revelador. No solo me sacaron literalmente de un pozo en el que me encontraba y que no encontraba manera de salir… sino que además me dieron un motivo por el cual no ponerme un techo imaginario que me limite a seguir “expandiéndome” como persona.
Siempre
me agarra esta particular sensación, de caer en la tentación de no dar un paso
más. De plantar bandera hasta un determinado punto, con la idea de que mi
humanidad tiene un límite. Ya me pasó una vez (la primera vez) en la adolescencia,
y ahora aparece de nuevo… ¿tiene que ver con etapas? ¿o es simplemente “buscar
una oportunidad” de no seguir creciendo?
Si
vamos bien a lo psicoanalítico, tiene que ver con el goce, esa cosa de llegar a
un punto en decir “basta”, pero ese es precisamente el error… ser alguien
completamente distinto a lo que no comparto es mucho más complicado de lo que
uno imagina. Ahora entiendo que no importa todo lo que uno no lo identifica o
toda la rabia que se pueda tener contra lo que no se puede…
Lo
importante es que a partir de este año las cosas a trabajar están bien focalizadas…
y tengo gente a mi alrededor que me valora mis esfuerzos. Yo también tengo que
valorarme más a veces…