Hoy tuve un sueño revelador. Algo que en mi puta vida esperaba soñar, o al menos no en tan poco tiempo. En vez de soñar la misma
embarazosa situación de ridiculez y desvalorización, fue lo contrario: venían a mi, mientras dormía, arrepentidos y compungidos. Cosa rara. Normalmente cuando me ocurre algún acontecimiento
trágico, las imágenes me dan vueltas en los sueños durante meses hasta que en algún
momento cesan.
Hoy fue ese día.
No solo cesaron, sino que se volvieron contrarias. ¿Seguirán
así, o son solo un descanso para continuar con el circo onírico de siempre?
Cuanto más metido estoy en mi propia vida y en mis
propios proyectos, menos me cuesta soltar las cuestiones familiares que tanto
rencor me generan. Ahí está la clave. Ahí está la diferencia.
Enfocarse en crecer uno mismo es convertirse en adulto.
Enfocarse en lo que uno odia de su propia historia es perpetuarse en un
infante.
Como venía pensándolo… no se trata de eliminar odios,
sino de transformarlos. Es “energía” si queremos ponerle algún nombre… digo, lo
emocional parece generar esa imagen en uno. Las emociones son emociones y están
ahí. Lo que hacemos con ellas es lo que nos permite avanzar o retroceder.
Hoy, al parecer, elegí avanzar.
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