Las
redes sociales provocaron un giro de 180º en la forma de comunicarnos con los
demás. Sin darnos cuenta, nos vimos inmersos en un metamundo donde podíamos
transmitir cualquier tipo de información (más que de costumbre): textos, fotos,
videos, música, e incluso dejar comentarios sobre ello.
En
el caso de Celina, hay un grupo en particular que se volvió muy famoso (y que
seguramente muchos ya lo conocen) titulado
“Villa celina, mi barrio, mi vida”. Actualmente está llegando a los 10.000
usuarios, por lo que lidiar con semejante cantidad de gente puede llegar a
resultar muy caótico.
En
Facebook existen millones y millones de grupos creados, todos con una enorme
cantidad de usuarios que se unen constantemente y arman foros de discusión
dentro de ellos. Lamentablemente, la moderación de estos foros muchas veces
deja que desear… es bastante común encontrarse con comentarios ofensivos,
difamaciones, agresiones de todo tipo y hasta amenazas que obviamente jamás se
cumplen.
La
idea original de este grupo es (o era) justamente eso: que los vecinos tuvieran
un lugar en común para discutir y planificar, pero también para accionar y generar movimiento en el barrio. Sin
embargo la realidad en ese grupo (contando excepciones, claro) es otra, y esto
es a lo que voy con el título de la nota.
Dentro
del grupo, todo el mundo se queja, habla, opina y alardea usar la libertad de
expresión, pero ninguno es capaz de volcar a la acción concreta todo lo dicho,
y ahí está la historia de siempre: de pensar que no somos responsables de un
cambio y que pretendemos que suceda sin
hacernos cargo de la responsabilidad que tenemos como vecinos. Raras veces
se pueden encontrar en Facebook grupos serios que planifiquen y accionen. Y ésta
no es la excepción. La única conclusión posible es que este grupo es un mero
reflejo de lo que realmente sucede en Celina: “me quejo y propongo sin querer pagar las consecuencias”, que en
este caso sería hacerse cargo del cambio a generar.
Durante
todo este tiempo, los vecinos que tratamos siempre de aportar lo suyo (cada uno
sabe a quienes me refiero) nos cruzamos constantemente con un tipo de gente
(nuevamente, cada uno sabe) que abunda mucho en este barrio, y son los
quejosos. Pero no cualquier quejoso, sino a esa clase de quejoso que nunca hace
nada por su barrio por más que tuviera una mínima oportunidad de marcar la
diferencia. Y esa gente, lejos de sumar, resta. No sólo resta sino que además empeora la situación del barrio, puesto
que así, las entidades que se supone que también están a cargo de los
quehaceres del barrio (y otra vez, todos sabemos a quienes me refiero) siguen
aprovechándose de esta desunión y no seguir invirtiendo en soluciones más
adecuadas para todos.
Así
está Celina actualmente, tal como lo refleja ese grupo: albergando muchos
vecinos que no buscan empujar todos para el mismo lado, sino para el lado que más le convenga a cada uno,
incluso si el barrio se viniera abajo. Desgraciadamente se adoptó una cultura
de quejosos, de opinólogos y “críticos” que no accionan, que esperan un milagro
para el barrio cuando en realidad el milagro reside en las acciones de cada uno
de nosotros.
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