El concepto de afrontamiento posee una importancia particular
dentro del campo psicológico, debido a que es una competencia necesaria en
cualquier situación problemática que se le presente a una persona. Se lo
conoció originalmente bajo la expresión inglesa de “coping”, que a su vez
proviene de “cope” y literalmente significa “hacer frente a…” o “enfrentarse
con…”. En base a esto, es fácil deducir que hablar de afrontamiento refiere
esencialmente a una actitud de oposición
frente a las situaciones difíciles de cualquier momento de la vida. Sin
embargo, la actitud de oposición no es suficiente ya que es necesario que la
persona también asuma el esfuerzo y la exigencia que supone esta lucha y actuar
en consecuencia.
Lazarus & Folkman (1991) lo describían como
aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales que cambian de manera constante
para manejar situaciones específicas (tanto internas como externas) y que de
alguna manera exceden a los recursos habituales que la persona utiliza, lo cual
supone una amenaza para su bienestar físico, mental y emocional. Por lo tanto,
parece ser un proceso dinámico en donde las personas involucradas en
situaciones de exigencia deben llevar a cabo determinadas estrategias para
cumplir con los objetivos que se le imponen.
En
ese contexto, las estrategias de afrontamiento son frecuentes para el
estudiante universitario debido a todas las tareas y obligaciones anteriormente
nombradas. Persiguen reducir la actividad provocada por el entorno por medio de
una valoración acerca del riesgo que se corre y las posibilidades de hacerle
frente (Sicre & Casaro, 2014). Si bien se parte de la idea de que cada situación
es específica y que cada persona la evalúa de manera particular, pueden
identificarse estilos generales de afrontamiento (Contreras-Gutiérrez,
Chávez-Becerra, & Aragón-Borja, 2012) a nivel conductual (capacidad para
ejecutar la actividad adecuadamente y poder modificar la exigencia), a nivel
cognitivo (procesamiento y organización coherente de la información que
adquiere frente a la exigencia) y a nivel afectivo (mantener cierto equilibrio
ante el impacto emocional de la exigencia y regular las respuestas emocionales
que da lugar).
Estos
tipos de afrontamiento no son buenos o malos en sí mismos; pero pueden ser
adecuados o inadecuados dependiendo del manejo que las personas puedan lograr
de ellos. Hay que tener en cuenta que, tal como se demostró históricamente (Zeidner,
1995; citado en Sicre & Casaro, 2014), los exámenes universitarios tienen
consecuencias importantes en los estudiantes, por lo que afrontar de manera efectiva
es vital no solo para cumplir con las metas académicas sino también para el
propio bienestar psicológico. Dentro de estas estrategias es necesario explorar
qué variables pueden cobrar importancia en cada nivel de afrontamiento. Para
ello es necesario observar investigaciones anteriores a fin de decidir cuál es
la variable más destacada en cada nivel de acuerdo a los propósitos de esta
investigación. En los tipos de
afrontamiento se pueden destacar la evitación como afrontamiento conductual, la
preocupación como afrontamiento cognitivo y la catarsis como afrontamiento afectivo.
En la evitación se
puede apreciar que es definida como aquella persona que “procura no
encontrarse en una situación o lugar determinado, ya sea con algo o con alguien”.
Dentro de un contexto académico evaluativo esto es, apartarse de la situación problemática
para evitar que afecte negativamente en los pensamientos y en las emociones bajo
la forma de malestares sociales que generen la posible evaluación negativa
hacia el estudiante (Aragón-Borja, Contreras-Gutiérrez & Tron-Álvarez,
2011). Utilizado de forma positiva, puede ser útil para la organización de las
materias a rendir, establecer un orden de prioridad sobre las tareas a realizar
y administrar del tiempo ante motivos reales que permitan cumplir con la
regularidad de dichas tareas; del mismo modo, al utilizarla negativamente solo
producirá un alejamiento prolongado de la interacción con el problema y generará
distracciones excesivas en otras actividades que no guarden relación con el
ámbito académico. Diversas investigaciones (Aragón-Borja, et al., 2011)
revelaron que aquellos estudiantes que no son flexibles al juicio de otro (en
este caso, el profesor) tienen la idea de que su conducta es observada por
quienes lo rodean, percatándose de sus problemas y torpezas, lo cual afecta directamente
en la toma de decisiones y genera así respuestas de huida ante la evaluación
debido a que se percibe un alto riesgo de experimentar un fracaso académico (Sanjuán
& Magallanes, 2007; citados en Contreras-Gutiérrez et al., 2012). Es
evidente que para algunos investigadores (Sicre & Casaro, 2014) las estrategias de afrontamiento a nivel conductual están
orientadas a distanciarse físicamente de la situación evaluativa.
Respecto a la preocupación,
se define como un “estado de desasosiego, inquietud o temor producido ante una
situación difícil”. Como se mencionó anteriormente, el cumplimiento de metas en
un contexto académico repercute con fuerza en el estudiante, por lo que la
preocupación cobra amplia importancia dentro del afrontamiento cognitivo. En un
uso adecuado, puede servir como motor para lograr un buen rendimiento en la
evaluación académica al invertir tiempo en reinterpretar el problema
positivamente buscando como eje la solución mediante el apoyo social y la
planificación del estudio (Cassaretto, Chau, Oblitas & Valdez, 2003), así como elaborar recursos mentales
para armar y transmitir la información que recibirá el profesor al momento de
ser evaluado. Por otro lado, un uso inadecuado puede producir que el estudiante
se focalice más en el problema que en su solución y generar respuestas que
afecten a su rendimiento como los bloqueos mentales, pérdida de memoria o
sensación de irrealidad (Sandín, 1995; citado en Cassaretto et al. 2003).
Especialmente en los estudiantes de primer año (Cornejo & Lucero, 2005) se
encuentran otros tipos de preocupaciones, asociadas a experiencias
significativas que son contempladas como problemáticas, tales como la
adaptación al nuevo ritmo académico, falta de autoconfianza y sensaciones de
inseguridad. Estas preocupaciones pueden ser producidas también por la
expectativa generada a largo plazo con relación al futuro del estudiante como
profesional y su visión de sí mismo (Cassaretto et al. 2003).
Por último, la catarsis refiere a “la
liberación o eliminación de los recuerdos que alteran la mente o el equilibrio
nervioso”. Liberar las emociones y expresar los estados emocionales intensos
por medio de la interacción social puede resultar útil para afrontar
situaciones que repercuten a nivel afectivo. Etimológicamente está asociado a la purga, la liberación o la
purificación del sufrimiento a través de la expresión emocional, que puede ser
estimulada de diversas maneras, como el humor, que pueden producir la risa y
generar la liberación de ciertos sentimientos que son socialmente retenidos (Morales,
2005). Dentro del contexto académico, cobra importancia en la comunicación
entre estudiantes al momento de enfrentar las evaluaciones: y les sirve a
ambos, emisor y receptor, para liberarse de emociones intensas, dar salida a
los sentimientos y desahogarse (Codina Jiménez, 2004). Utilizado
positivamente, ayuda a comunicar las emociones a otro, liberarse de ellas y
resignificarlas mediante el humor para que no se transformen en rumiaciones
interferenciales (Pennebaker & Susman, 1988) ya que es
importante disminuir los estados emocionales intensos a fin de apelar más a la
capacidad de razonamiento y evitar que interfieran con el contenido que el
estudiante debe exponer en las evaluaciones (Codina Jiménez, 2004). Si se
utiliza negativamente, el estudiante puede simplemente buscar una descarga
emocional descentralizada a sus objetivos académicos y caer en un circuito de
queja que no invita a sobrellevar mejor la exigencia evaluativa, es decir, se
le da excesiva importancia a las emociones y poca importancia a la capacidad de
razonamiento (Codina Jiménez, 2004).
Las
tres variables anteriormente mencionadas se asocian a un tipo de afrontamiento
específico, y pueden darse tanto de forma adecuada como inadecuada. Aquellos
estudiantes que resuelven adecuadamente sus afrontamientos no tendrán mayores
dificultades. ¿Pero qué ocurre cuando el estudiante resuelve inadecuadamente
sus afrontamientos? En primera instancia es necesario profundizar en aquellas
estrategias que resulten contraproducentes, tales como la conducta socialmente
evitativa o los esfuerzos por alejar de la mente a la exigencia (Parisi &
Omar, 2009).
¿Qué significa esto? Que enfrentar dichas instancias, y en especial
aquellas en que el estudiante se siente evaluado ante un profesor que posee
mayores conocimientos que él, tarde o temprano generará diversos estados en la
persona que pueden interferir con el rendimiento académico en forma
desadaptativa. En
este sentido, los estilos y estrategias de afrontamiento que usa cotidianamente
pueden suponer un facilitador o un obstáculo para la interacción con los otros.
En este caso particular, relacionarse de forma efectiva no sólo le será útil
con sus compañeros sino también con sus profesores.
Rodríguez Soriano & Torres Velázquez (2006)
consideran importante que deberían cumplirse cuarto características
fundamentales en el estudiante universitario para manejar el afrontamiento de
manera adecuada y adaptativa: tener un lugar
de estudio propio evita los elementos distractores (como el ruido, la
televisión o el tránsito) y tener un espacio personal ordenado, con temperatura
e iluminación adecuada. La organización
del tiempo permite que el estudiante no mezcle sus actividades, ya sea
porque debe trabajar (dentro o fuera de la casa) o bien para descansar y
divertirse. Elaborar sus propias técnicas de estudio es vital para no dudar a la hora de asimilar
conocimientos o de realizar actividades infructuosas que lo desgasten. Saber
leer en profundidad, extraer las ideas importantes de un texto, elaborar mapas
conceptuales y cuadros sinópticos ayudan enormemente a la comprensión del
material y por ende a superar las evaluaciones. Finalmente, el ambiente familiar también tiene un peso
importante ya que de allí se propicia la comunicación, el afecto y la
motivación. Si esto se reemplaza por recriminaciones, disputas y
desvalorizaciones, puede limitar el espacio, tiempo y calidad del estudio. Como
se puede apreciar, el adecuado afrontamiento dentro de los niveles
conductuales, cognitivos y afectivos del estudiante universitario dependerán
del correcto funcionamiento de estas cuatro características anteriormente
mencionadas.
Es indudable que, a lo largo de estas instancias, el
estudiante pondrá en marcha diferentes mecanismos de afrontamiento; con lo cual
se generarán diversos niveles de ansiedad. Esto lleva a contemplar también a la
ansiedad en sí misma como un aspecto fundamental para tener en cuenta.
·
Aragón-Borja, L.E., Contreras-Gutiérrez,
O., Tron-Álvarez, R. (2011). Ansiedad y
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·
Cassaretto, M., Chau,
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Contreras-Gutiérrez,
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& Torres Velázquez, L.E., (2006).
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·
Sicre, E., Casaro, L.,
(2014). Estrategias de afrontamiento en
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